Los regresos

Lee atentamente el siguiente relato:

 

Los regresos
Raúl Dorra

-1-

A esta hora estaríamos en el puente. Seguro estaríamos. Ya lo veo al Mario tirado de espaldas, como está ahora, pero al lado del río. Respirando fuerte. Descansando un rato. Yo le enseñaría el lugar donde nos bañábamos siendo muchachos, porque él seguro ya no lo reconocería.
-Allá al frente, donde está esa peñita. Había un remanso que la tapaba. Cada año el río viene más bajo. Pura piedra, ahora.
Descansaríamos un rato y después subiríamos buscando el camino grande. Seguro pasaría algún camión; más hoy, que la gente quiere salir del pueblo y festejar en el campo. Seguro pasarían varios. Viajaríamos atrás, con los pies colgando. Yo lo sostendría fuerte al Mario; quién sabe no se maree mirando el camino. Quién sabe no puedan sostenerlo esas manos que son puro hueso.
-Está largo el camino –me diría varias veces-. Y todavía ni señas.
-Ahora llegamos, hermano. Si serás flojo.
Nos bajaríamos en la curva con el sol ya muy alto y caliente. Nomás nos quedarían esos siete kilómetros para hacer de a pie hasta la casa. Pero ya no sería nada. Cuestión de apurarlo un poco al Mario.
-Ahora llegamos, hermano. Si serás flojo.
Nos bajaríamos en la curva con el sol ya muy alto y caliente. Nomás nos quedarían esos siete kilómetros para hacer de a pie hasta la casa. Pero ya no sería nada. Cuestión de apurarlo un poco al Mario. De no dejarlo flojear.
-Ahora llegamos, hermano.
-Uno se cansa –estaría diciendo el Mario a cada momento-.
Y más con este calor. Oíme, Antonio: un ratito, nada más nos sentamos un ratito y seguimos.
Y yo tendría que volver cada vez a decirle que nos estaban esperando desde la noche. Que ahora teníamos que llegar para comer el chivo entre todos y después tocar la guitarra.
-Lo que es yo, cuando llegue, quiero acostarme.
-Y bueno; te acostás. Igual podemos arrimarte un poco de aloja. La cuestión es estar todos; eso dice la vieja.
Flojo el Mario. Si no, a estas horas estaríamos en el puente.
En el camino grande conseguiríamos fácil camión. Y más hoy. Seguro tendríamos para elegir. Y después esos siete kilómetros ya no serían nada. Cuestión de no andarse parando. De lejos oiríamos el bombo:
-Sentí Mario: están adorando. Seguro la trenza.


Entraríamos por el maizal para no dar la vuelta y enseguida nos reconocerían los perros. Antes de llegar a la higuera ya estaría armado el alboroto:
-¡Vieja, el Mario! ¡Vieja! ¡Mamá! ¡Doña Paula! ¡El Mario, el Antonio! ¡Aquí está el Mario!
Estaríamos todos y la vieja lo miraría al Mario como si no acabara de reconocerlo y cada cual le haría su broma y al Mario se le pasaría el cansancio.
Todo eso seguro ocurría si al Mario no se le metía en la cabeza acostarse al lado del camino y después ponerse duro y ya no querer contestarme.
Desde hacía rato venía quedándose. Con la noche no podía verlo porque él caminaba detrás, pero en cuantito dejaba de oírlo yo tenía que darme la vuelta y adivinar entre los bultos oscuros porque él seguro estaba por ahí sentado.
-Me canso, Antonio. Hemos salido anoche y ya va a amanecer y seguimos caminando.
-Hombre flojo habías sido.
Después fue que empezó aquejarse de un dolor y entonces fue que dijo que no quería saber más nada. Me palpitaba que no iba a querer levantarse. Por eso lo agarré por los brazos. Pero él forcejeó conmigo y se acostó en el suelo.
-Nada más un ratito. Después nos apuramos.
Pero se quedó nomás y no hubo caso.
Y ahora estaríamos en el puente si el Mario no siguiera aquí tirado, con el sol en la cara y los ojos llenos de moscas. Seguro no estaríamos aquí ya sin saber qué hacer.
Cabeza dura el Mario: querer pasarse aquí la Navidad cuando allá todos nos esperan. Yo ayer le estaba diciendo:
-No vas a quedarte en el hospital. Allá hemos hecho fiesta y te echamos de menos. Hay hasta pesebre este año.
-Pero el doctor no quiere; y yo no voy a aguantar. Antonio bárbaro…
-Bárbaro sos vos; no vas a quedarte solo. Vas a estar triste, eso ha dicho la vieja.
-Pero estoy enfermo. O estoy sano, acaso, decime ¿estoy sano?… Y el doctor no quiere.
-El doctor que se joda. Esta noche nos vamos. Para eso somos hombres. Con saltar nomás la tapita del fondo ya estás afuera. Yo te ayudo. Total, después allá se cura todo. Eso dice la vieja: allá se cura todo.
Apenas unas horitas caminó el Mario. Se me iba perdiendo en la oscuridad, siempre queriendo sentarse. Hasta que por fin se acostó. Y ahora se va a quedar hasta que se lo coman las moscas o qué sé yo.

-2-

Y qué me van a decir si llego solo. De poder, claro, se puede.
Igual va a haber aloja. Igual se puede cantar hasta la noche. Sin el Mario tal vez igual se pueda. Yo me agacharía para no mirarla a la vieja y cantaría a los gritos con la cara pegada a la guitarra. Quedarse solo el Mario. Y no me callaría ni un rato para que no me pregunten. Eso. Después estaríamos todos borrachos. Menos el Mario. Estaríamos todos borrachos y a lo mejor nadie se acuerda.
Sería entonces cuestión de apurarse. Andando solo se puede hacer rápido. Y en el puente ni descansar. Y después en el camino grande treparse en el primer camión. Sería de ir rápido y al llegar dar una vuelta para no hacerse ver con los perros. Salir ahora mismo porque ya se hace tarde. Y si me apuro tal vez todavía me animo a bajar al río y aunque sea mojarme la cabeza. Y con la cabeza mojada a lo mejor ya no pienso en nada ni me acuerdo de nada. A lo mejor ya no pienso ni oigo que gritan:
-¡Mamá! ¡Vieja! ¡El Antonio! ¡El Antonio está de vuelta solo!
Y tampoco la veo a la vieja caminando hasta donde yo estoy parado sin saber dónde poner los ojos. Caminando despacio como para no llegar y no tener que preguntarme:
-Y el Mario… ¿Dónde está el Mario?
No me iba a creer la vieja. Seguro iba a decir que no es cierto todo eso del sol y de que el Mario haya querido sentarse. Seguro yo no iba a poder explicarle que fue cosa suya lo de acostarse en la tierra. Porque si el Mario no se acostaba tampoco se ponía duro y tampoco venían más luego las moscas. Pero no hubo caso. Y yo luché con él pero no hubo caso.
Todo eso iba a tener que decirle primero a la vieja y luego a los otros. Y los otros me iban a mirar sin decirme nada y todo se iba a poner como sin gusto y tampoco iba a haber caso con la guitarra. Y hasta se puede que mientras esté cantando alguien mueva la cabeza y se agache un poco y entonces diga entre dientes:
-¡Pucha con el Antonio!
Yo llegaría cansado y todavía tendría que dar una vuelta para no hacerme ver con los perros. Entraría en silencio pero ahí nomás pararía el bombo y se armaría la bulla.
-¡Mamá! ¡Vieja! ¡Vieja! ¡El Antonio, el Antonio solo!
Yo no iba a poder explicarle a la vieja. Y la vieja diría:
-Había que traerlo como sea. Para venir sin el hermano para eso no se viene nada.
O no diría nada. Seguro no diría nada, pero yo me iba a dar cuenta de que lo estaba pensando.

-3-

Otra cosa sería llegando con el Mario. Otra cosa. Porque el Mario tendría su Navidad y todos estaríamos juntos. Claro que el Mario no iba a tomar nada, ni a comer, pero podría estarse al lado del pesebre todo el tiempo que adoren. Eso. Lo pondríamos a la sombra y ya no le andarían las moscas. Gente de sobra iba a haber para espantárselas. De entrada pasaría uno por uno haciéndose la cruz, pero después sería como si el Mario nos estuviera todo el tiempo diciendo:
-Ahora está lindo. Ahora con ustedes está lindo.
Y se podría tocar la guitarra y tomar lo que uno quiera. O si lo que uno quiere es nomás conversar, uno iba a poder hablar tranquilo, mirándolos a todos de frente. Y también reírse. Seguro, en un silencio, alguien iba a decir tocándome en el hombro:
-Guapo el Antonio.
La vieja andaría sin saber qué hacer y me miraría a mí y lo miraría al Mario. El Mario estaría con sus ojos apuntándole al palo de la trenza, arriba, donde le nacen las cintas. Y la vieja diría como hablando para adentro:
-Si se hubiera venido caminando… Si más no fuera enfermo pero de pie.
Entonces me miraría a mí de nuevo y se iba a callar un rato y después iba a hablar con una voz distinta:
-Pero está. Como sea, pero está.
Me iba a dar trabajo el Mario. Recién como a las cuatro estaríamos llegando. Tal vez con suerte un poco antes. Tal vez con que yo no me canse tanto. Con que no flojee como él. Aunque ya siento que en el camino a cada rato estoy por frenarme y por decirle:
-Nada más paramos un ratito. Nada más un ratito y seguimos.
Yo no podría mirarle la cara. Solamente le sentiría el peso. Solamente podría verle las manos atadas con su cinto por debajo de mi cuello y las piernas a los lados de mi cuerpo. Pero cada vez que me pare, el me golpearía de atrás diciéndome:
-Vos también habías sido flojo, hermano.
Me iba a dar trabajo el Mario. Y después subirlo a un camión. Y después esos siete kilómetros por la tierra caliente. Y yo que a lo mejor no iba a aguantar y que alguna vez iba a tener que decirle:
-Es que está fuerte el sol. A vos mismo te va a hacer bien que nos pongamos un rato a la sombra. Fiero iba a ser con el sol. Y con el Mario cada vez más pesado y sin darme descanso. Yo no podría verlo pero iba a sentir que se ponía como reseco y que las moscas le seguían comiendo los ojos. Iba a tener que bajarlo al río a lavarle la cara y a mojarme yo también la cabeza. A descansar un rato antes de subir hasta el camino grande. Ya lo veo al Mario a la orilla del agua, acostado, como iba a estar después del camión.
Entonces sí podría mirarle la cara y seguro le vería un gesto como si estuviera diciendo:
-Así me gusta, Antonio. Que vamos juntos y que allá estén todos.
Pero en la curva iba a empezar lo bravo. Cuestión de agacharse y andar. El calor iba a ser lo bravo. Y la sed, y también el cansancio y el dolor por la espalda. Y no iba a haber más caso que pararse de vez en cuando y empezar a buscar una sombra con los ojos:
-Es que no se aguanta, hermano.
Pero el Mario iba a ponerse duro atrás. Iba a ponerse duro y a empujarme con todo el cuerpo como si quisiera decirme:
-No hay que aflojarle, Antonio. Total allá se descansa. Allá se pasa todo.
Si, ya sé. Como aguantar se aguanta. Se hace fuerza y se llega como sea. Después, allá, quién sabe lo que pasa…
Largo iba a ser el camino. Sin una gota de agua. Con esa quemazón en la nuca. Mirando cruzarse lagartijas casi sobre las alpargatas y más adelante ese vapor que sabe salirle a la tierra. Iba a ser fiero andar los siete kilómetros con el espinazo doblado. Ya casi no iba a oír cuando nos ladraran los perros a la entrada, ni tampoco después, cuando salieran todos a los gritos:
-¡Vieja! ¡Vieja! ¡El Mario! ¡Mamá! ¡Doña Paula, el Mario! ¡Cómo lo trae el Antonio!
Ya los veo cómo se amontonan todos. Ahora mismo los veo alborozarse. Pero oír, ya casi nada. A gatas me alcanzaría la voz para decirles:
-Dónde lo pongo. Digan dónde lo pongo.
Y no llegaría a comprender por qué corrían tanto y por qué hacían gestos como si estuvieran gritando.
Pero yo estaría contento. Claro que estaría. Y antes de dejarlo juntaría el último aliento para sentirle todo el peso de nuevo, y juntaría la última voz para decirle:
-Ya estamos, hermano; ahora es cuestión de no separarse.
Y una vez que tiraran las bolsas al lado del pesebre nos iban a acomodar con las espaldas al suelo y entonces quedaríamos juntos, los ojos apuntándole al palo de la trenza, arriba, donde le nacen las cintas. Seguro quedaríamos así hermano con hermano, si yo hiciera el esfuerzo de pararme y lo agarrara al Mario y lo cargara. Allá íbamos a estar a la sombra, en medio de todos y no como ahora, con el sol en la cara, por la nuca, ya sin saber qué hacer.

 

Actividades

1. ¿Cuál es el motivo por el cual Antonio insiste en llevarse a Mario a casa? ¿Está de acuerdo Mario con esta idea?
2. ¿Qué papel juegan la figura de la madre y la familia en el relato?
3. Según tu opinión, ¿el desenlace del relato es fruto de la ignorancia o el fuerte lazo familiar?
4. ¿Qué finalidad tuvo el autor para separar su relato en tres partes? Explica.
5. ¿Qué tiempo verbal predomina durante el relato? ¿Cuál es su finalidad?
6. ¿Qué quiere decir Antonio cuando menciona:

a) “…allá se cura todo.”?

b) “… uno iba a poder hablar tranquilo, mirándolos a todos de frente.”?

7. Para Antonio, ¿era más difícil tener que explicar lo que pasó con Mario o el no poder disfrutar de la fiesta?
8. La primera parte del relato, ¿qué desenlace tiene para la aventura emprendida por los dos hermanos?
9. Ante la muerte de Mario:

a) ¿Qué posibles escenarios se imagina Antonio para pasar Navidad con su familia?
b) Por la forma de pensar de Antonio, ¿cuál de los dos crees que sería mejor para él? Explica por qué.
c) ¿Qué hubieras hecho de estar en el lugar de Antonio? Explica.

10. Relee el último párrafo del cuento:

“Allá íbamos a estar a la sombra, en medio de todos y no como ahora, con el sol en la cara, por la nuca, ya sin saber qué hacer.”

a) Según lo que puedes deducir, ¿qué sucedió con los hermanos?

11. ¿Qué tipo de cuento es? Explica, fundamenta y respalda tu postura con ejemplos.

Quizás también te interese leer…

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Por razones obvias, no enviamos las respuestas de las actividades.