Lee atentamente el siguiente relato:

 

La sierra de Pindonga
Maite Alvarado

— A la izquierda de la sierra de Pindonga está la loma de los Quinotos, que es el sitio exacto donde el diablo perdió el poncho —concluyó la maestra, señalando con el puntero un lugar en el mapa pintado de violeta.
Entonces tocó el timbre y, antes de que pudiera reaccionar, el puntero voló por los aires. Jaimito y Berta me pasaron por encima, las mellizas se escabulleron gateando por debajo de los bancos y yo me quedé sin saber cómo se viaja a la sierra de Pindonga porque la señorita se alejaba a todo correr por el patio. Pero enseguida vi al celador —Boddy, para los íntimos— y corrí a preguntárselo.
— ¿Conocés la sierra de Pindonga?
— No, conozco la loma de los Quinotos —me contestó con cara de pocos amigos.
— Bueno, es al lado —le expliqué.
— ¿Ah, sí? —me preguntó con una sonrisita feroz— ¿Y por qué no vas a dar un paseo?
— Es que no sé qué tomar.
— Tomáte el olivo —me contestó, y miró para otro lado como dando por terminada la conversación. Me pareció que no estaba en un buen día.
Pero yo estaba contenta: ya sabía en qué viajar a la sierra de Pindonga. Dónde paraba el olivo, era otra cuestión.
Para averiguarlo, fui adonde estaban las chicas de séptimo, que saben muchas cosas más que yo, y les pregunté.
— ¿Cuál de los dos? —dijo Lía, la más linda y pecosa de las chicas grandes—. ¿El que va al c… del mundo o el que va al Quinto Infierno?
¡Ahora sí que la había hecho buena! El primero sonaba feo, así que le dije:
— ¡Al Quinto Infierno! Ahí, por donde el diablo perdió el poncho…
Pero el timbre ya estaba llamando a clase.

Más tarde, cuando volvía a casa, le pregunté al diarero dónde podía tomar el olivo para la sierra de Pindonga y me contestó que donde se me cantara.
Así que presté atención, pero no escuché nada.
Cuando pasé por la bicicletería, le pregunté a Esteban si se podía llegar en bici a la sierra de Pindonga.
— Si llegás, te doy un premio —me dijo, guiñando un ojo.
— ¿Nadie llegó hasta ahora?
— Nadie volvió para contarlo —respondió Estaban con una mueca misteriosa.
— ¿Y si llego qué me das? —aventuré, por saber nomás.
— Te regalo una bici de carrera.
Seguí mi camino pensativa. Cuando llegué a mi cuadra, salió a recibirme Lord Zoilo, el perro de nuestro vecino, el que tiene un gomero que le tapa la casa. Lord Zoilo es igualito al perro de Tintín y acostumbra ladrar dando vueltas a mi alrededor mientras voy caminando. Ese día tropecé con él y me caí: ¡estaba tan distraída!
— ¿Estás en Babia? —me preguntó una voz por detrás del gomero. Adiviné que provenía de la ventana de mi vecino y era él quien hablaba.
— No estoy acá, señor Veronese.
Ni bien entré a casa, le pregunté a mamá:
— ¿Qué es Babia?
— El país más visitado. Todos vamos de vez en cuando.
— Yo nunca fui.
— Claro que fuiste. Lo que pasa es que te olvidaste.
— ¿Por qué?
— Porque a la salida de Babia hay un río, el río del Olvido, paso obligado de todos los viajeros; al cruzarlo, olvidan todo lo que han visto.
— ¿La Sierra de Pindonga está por Babia?
— Es muy probable —concluyó mamá, que ya se estaba cansando de nuestra charla y se había puesto a pelar papas.
Entonces fui y me encerré en mi pieza —tuve que abrirme paso entre muñecas, osos, caballitos, cubos, fichas de colores, libros, fibras y crayones—, agarré papel y lápiz y me hice un lugarcito en el piso. Necesitaba ordenar mis pensamientos. Anoté en una columna todo lo que había averiguado sobre la sierra de Pindonga:

1) Está al lado de la loma de los Quinotos.
2) En la loma de los Quinotos el diablo perdió el poncho.
3) En el mapa, la sierra está pintada de violeta.
4) Se puede ir en olivo.
5) Hay dos ramales de olivo: el que va a ese lugar de nombre feo y el que va al Quinto Infierno.
6) Así que la sierra de Pindonga debe quedar camino a alguno de esos dos sitios.
7) Seguramente, el Quinto Infierno es donde el diablo perdió el poncho, es decir, la loma de los Quinotos (el diablo se habrá puesto a comer quinotos y se olvidó el poncho).
8) Hay una parada de olivo donde se canta.
9) Entonces es muy probable que por aquellos lados haya festivales de rock.
10) Llegar en bici es prácticamente imposible. El camino debe de ser peligroso porque nadie volvió para contarlo.
11) Claro que a lo mejor nadie volvió porque decidieron quedarse allá.
12) Y queda incluso la posibilidad de que hayan vuelto y no hayan contado nada.
13) Puede que esté cerca de Babia.
14) Nadie recuerda haber estado en Babia, aunque todos vamos con frecuencia. Es el país más visitado.
15) Si es el país más visitado, será el más hermoso, con toda seguridad.

Al llegar a este punto, había dos conclusiones posibles:

A. La sierra de Pindonga, como Babia, es tan bella que los que van no vuelven más.
B. Los que visitan la sierra tienen que pasar por el río del Olvido, como para ir a Babia; así que no pueden contar nada porque no se acuerdan de lo que vieron, ni de lo que olieron (en la sierra de Pindonga hay un penetrante olor a violetas), ni de lo que oyeron (el eco de la música que baila por sus valles).

Con tristeza, tuve que darme por vencida. No quería dejar mi casa para siempre (y ése era uno de los riesgos de viajar a Pindonga: enamorarme de ella y no volver más). Y tampoco me hacía gracia la idea de que podía olvidarme de todo lo que hubiera visto en la famosa sierra. Después de correr tantos peligros y viajar tantos kilómetros, estaría igual que antes. Después de todo, yo conocía Babia y ni me había enterado.
Esa noche estaba tan desanimada que hasta tomé sopa sin protestar. Mamá me trajo leche con miel a la cama creyendo que estaba enferma.
Entonces sucedió algo extraordinario: mientras me dormía, muy despacio, me puse a recordar la sierra de Pindonga. Algunas lágrimas me salpicaron la cara mientras recorría con los ojos cerrados aquellas lomas suaves cubiertas de violetas y leopardos, aquel olor que se vuelve más intenso cuando se pone el sol y en el valle se encienden las poderosas luces del anfiteatro donde se celebran los festivales de rock. Hasta altas horas de la noche, la música de las guitarras, los bajos, la batería, cruza el cielo y rebota en la falda de los cerros. Al ladito, ahí nomás, en la loma de los Quinotos, el diablo se saca el poncho para bailar entre los árboles, a la luz de una luna de papel metálico.

Ilustración José Sanabria http://www.jsanabria.fws1.com/index.html

Actividades

1. Cuando se durmió, la chica del cuento soñó que llegaba a la Sierra de Pindonga, siguiendo las indicaciones de uno de estos mapas. ¿De cuál? Explica con tus palabras el por qué de tu elección.

2. Haz de cuenta que debes contarle el cuento que acabas de leer a un amigo/a por medio de una carta. A continuación escríbela en tu carpeta.
3. Señala en el texto las indicaciones que sirven para llegar a la Sierra de pindonga.
4. Marca con V (Verdadero) o F (Falso) según corresponda.

___ La sierra de Pindonga esta a la derecha de la Loma de los Quinotos.
___ El diablo perdió el poncho en la Sierra de Pindonga.
___ Para llegar a la Sierra de Pindonga se debía tomar el olivo.
___ El olivo sólo te lleva al Quinto Infierno.
___ Babia es una provincia que nadie visita.
___ El Río del Olvido está a la entrada de Babia.
___ La Sierra de Pindonga está pintada de azul en el mapa.
___ El olivo para donde a uno se le canta.
___ El camino a la Sierra de Pindonga es conocido debido a que los que llegan hablan de él.
___ Todos vamos a Babia de vez en cuando.
___ El diablo perdió el poncho porque se distrajo comiendo naranjas.

5. Convierte las respuestas Falsas del punto anterior en Verdaderas.

 

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1 Comentario

  1. ¡Está buenísimo!

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