Lee atentamente el siguiente texto:
Pisotón
Nicolás Romano
Pisotón o Pata e’Cricket lo llamaban, por esos pies enormes o quizás por esa forma suya de pisar la vida o de andarla así, a los manotones, a puro pecho y hombro, a puro todo o nada.
Parece que se fueran a dormir las brasas en el medio tacho. San Juan, el estiba más antiguo, va deshilachando la historia de cuando peleó solo, con otros tres viejos, en el turbal de Ensenada, y así estuvo, meta combo, hasta perder porque se quedó dormido según cuenta. Pisotón sonríe al escuchar por décima vez aquella historia; está sentado en una bita del muelle nevado, mientras revuelve con un palito de lenga los pequeños carbones encendidos que van curando las paredes humedecidas con grapa y azúcar de un mate porongo nuevo que lo acompaña esa noche. Esta vuelta le tocó «tierra”, con el Indio, San Juan, el Gallo y Punta Arenas.
A medida que una de sus bodegas va desembarazándose de contenedores y la otra pariendo papa y harina en bolsas de cincuenta, el “Bahía San Blas” va levantando su nariz gigante y elevándose como un gran monstruo marino que emergiera de la negrura del agua.
Ahora Punta Arenas recuerda cuando andaba de “zeppelinero” en las estancias; sí, de a caballo y tirando de otros dos, cargados de escabio y otras yerbas, deslizándose como un “zeppelín” silencioso en la noche alta, para venderle a las comparsas que en la época de esquila se hacen la temporada en la zona entre Río Grande y Ushuaia.
“…Y entonces la policía… y entonces perdí un caballo…. y entonces… justo a tiempo…”; pero Pisotón ya no escuchaba, rebuscando con la vista una bolsa pa’bagallar, cuando el turno terminara.
La pluma del guinche se va a pescar en bodega, parece un brazo ensotanado bautizándolos con un contenedor en cada vuelta de ese gesto mecánico y repetido en tantos puertos.
El gremio controla la producción, la carga llega con intervalos largos, deja un respiro, no es el tiempo del capanga.
El mate, con vocación de poeta, siempre está espiando las almas, las mira desde su ojo verde que siempre está parpadeando; ahora, recién curado, como pichón da su primer vuelo anidando de mano en mano. Cada historia se hace verde y espuma allí dentro, y de cada una guarda algo; hay un diálogo sordomudo con cada uno que le da la mano, el hombre que se abisma en sí mismo y el mate se hace cada vez más sabio. Pisotón lo va sorbiendo calentándose las manos.
Como tantos estibadores, olímpicos de la supervivencia, portadores y creadores de una verdadera cultura de resistencia, con razones o sin razones
Va pensando “…esa harina blanca y esa papa es nuestra, porque sí, porque nosotros la estibamos, o porque hace frío qué joder, es nuestra, y llevemos cumpas, papita linda, papita rica, que hace mucho frío y hoy termina el buque y hasta’entro de un mes no vuelve a visitarnos…”, cosas que quedan en la calabaza, que no cuela la yerba, que no se las lleva el agua.
El muelle, pequeña península, es un dedo helado señalando al oriente en la bahía de Ushuaia; parece que se estirara para tocar el suave resplandor que tras la Navarino, la isla sur de Chile, se viene insinuando.
El canal de Onachaga es una sola lengua azul y helada tensándose entre dos gargantas; Pacífico y Atlántico por esa lengua se besan y se abrazan.
Ya amanece el canal “de Beagle”, como ahora se lo llama. Cambio de turno, cambian las cuadrillas en tierra y cubierta.
La bodega tres, todavía sin abrirse, se inaugura esa mañana. Se descorre la pesada tapa, cuando lo encuentran y gritan y se afanan; en el fondo está Pisotón, como abrazado a la harina, a la papa. Con su violenta ternura los compañeros lo alzan.
La muerte que siempre acecha, esta vez le hizo de gango, lo mandó derecho al pozo, donde lo esperaba.
“Caminó bajo mamparo en lo oscuro.” “Pero al entrepuente no lo habían cerrado.” Pisotón dio la última pisada.
Es una muerte blanca, como la harina blanca, como la escarcha que en esas noches largas a veces se le entraba; porque está blanco de nieve el muelle, toda Ushuaia está blanca.
El destino, con su alquimia, amasó una muerte extraña, harina de cuatro ceros, con sangre de estiba, de puro pecho y hombro, de puro todo o nada.
Actividades
1. ¿Quién era Pisotón y a qué se dedicaba?
2. Pisotón y sus compañeros, ¿eran oriundos de Tierra del Fuego? ¿Cómo te diste cuenta?
3. Según el autor, ¿cómo era la vida de estos hombres?
4. ¿En qué consistía el trabajo de la estiba?
5. Además de trabajar, ¿qué otra actividad debían hacer para poder sobrevivir?
6. ¿Cómo se describe el lugar en el que viven y trabajan Pisotón y sus amigos?
7. ¿Qué le pasa al final al protagonista? ¿Por qué?
8. ¿Qué tipo de cuento es? Menciona las características que te permitieron clasificarlo como tal.
0 comentarios