Lee atentamente el siguiente relato:
Wainamoinen y el gigante Wipunen
El viejo, el impasible Wainamoinen, el runoya inmortal, hallábase ocupado en construir un navío, un navío nuevo, en la punta del promontorio nebuloso, de la isla rica en umbrías. Y cantaba, cantaba un canto mágico a cada parte que construía
1.
Pero cuando llegó el momento de ensamblar las planchas, de tajar la proa y redondear la popa, tres palabras le faltaron de repente.
El viejo, el impasible Wainamoinen, el sabio sin edad, exclamó: «¡Ah, desdichado de mí! ¡Mi navío no podrá sostenerse a flote, mi nueva barca no podrá navegar en el agua!»
Se puso a reflexionar profundamente preguntándose dónde encontraría las palabras, las ocultas palabras mágicas.
Un pastor salió a su encuentro y le dijo: «Encontrarás cien palabras, mil sagradas runas, en la boca de Antero Wipunen, en el vientre del prodigioso gigante. A él debes dirigirte. El camino para llegar allá no es muy bueno, p
ero tampoco es de los peores. Hay que recorrer el primer tramo sobre la punta de las agujas de las mujeres; el segundo tramo sobre la punta de las espadas de los hombres; y en fin, el tercer tramo, sobre el filo de las hachas de los héroes».
El viejo, el impasible Wainamoinen, pese a las dificultades de la empresa, no vaciló en intentarla. Se dirigió a la fragua de Ilmarinen y le dijo: «Oh herrero Ilmarinen, hazme unas suelas de hierro, unos guanteletes de hierro, una cota de hierro; y fórjame además, por lo que pidas, un estoque de hierro con medula de acero. Parto a arrancar las mágicas palabras, las sagradas runas, del vientre del prodigioso gigante, de la boca de Antero Wipunen».
Ilmarinen contestó: «Wipunen ha muerto hace mucho tiempo; hace mucho que Antero ha dejado de armar sus trampas de caza, de tender sus redes de pesca. Ni una palabra sacarás de él, ni la mitad de una palabra».
El viejo, el impasible Wainamoinen, a pesar de tal advertencia, se puso en camino. El primer día cruzó sobre la punta de las agujas de las mujeres; el segundo día, sobre la punta de las espadas de los hombres; el tercer día, sobre el filo de las hachas de los héroes.
Wipunen, el poderoso runoya, el gigante de prodigiosas fuerzas, hallábase acostado bajo tierra con sus cantos; yacía tendido con sus mágicas palabras. Crecía el chopo sobre sus ho
mbros, el abedul sobre sus sienes, el álamo sobre sus mejillas, el sauce sobre su barba, el abeto sobre su frente, y el pino silvestre entre sus dientes.
El viejo Wainamoinen llegó. Desenvainó su espada, su hoja de acero, de la vaina de cuero; y taló el chopo de los hombros de Wipunen, el abedul de sus sienes, los álamos tupidos de sus mejillas, el sauce de su barba, el abeto de su frente y el silvestre pino de entre sus dientes. Después hundió su estoque guarnecido de hierro en la garganta del gigante, entre sus anchas mandíbulas, entre sus mugientes encías, y dijo: «¡Levántate de tu subterráneo lecho, oh esclavo del hombre, despierta de tu largo sueño!»
Wipunen, el poderoso runoya, se despertó en el acto de su sueño. Sintió el duro golpe del estoque y un agudo dolor que le desgarraba. Mordió el estoque, pero su dentellada no alcanzó más que a la superficie; no logró hacer presa en el acero, en el tuétano de acero.
El viejo Wainamoinen se acercó más al gigante, y de repente saltó y se deslizó en su boca. Entonces Antero Wipunen, abrió las anchurosas fauces y se tragó al héroe y a su espada, diciendo: «Muchas cosas he comido: he devorado cabras y ovejas, y bueyes y jabalíes, pero nunca había probado un manjar semejante».
El viejo Wainamoinen dijo: «¡He aquí llegada mi hora fatal!»
Y se puso a pensar, a reflexionar profundamente, preguntándose cómo se las arreglaría ahora para existir, para poder seguir viviendo.
Wainamoinen llevaba colgado a la cintura su encantado cuchillo de mango de madera. Y se sirvió de él hábilmente para construir una pequeña barca, que lanzó bogando, intestino adelante, explorando todos los entresijos, todas las guaridas del vientre.
Wipunen, el viejo gigante, el poderoso runoya, no pareció desconcertarse por semejante prueba. Entonces Wainamoinen se transformó en herrero. De su cota de hierro se hizo una fragua; de sus mangas y su capote, un fuelle; de sus calzas, un cañón de chimenea; de su rodilla, un yunque; de su codo, un martillo. Y comenzó a martillar con redoblados golpes, haciendo resonar su yunque noche y día, sin tregua ni reposo, en el vientre del prodigioso gigante, en el seno del hombre fuerte.
Wipunen, el poderoso runoya, dijo: «¿Qué hombre eres tú, pues entre los hombres, qué héroe entre los héroes? ¡Cien hombres he devorado, mil héroes he matado, pero jamás he comido nada semejante a ti! ¡Los carbones encendidos suben hasta mi boca, los tizones queman mi lengua, las escorias del hierro desgarran mi garganta!»
«Si no te apresuras a salir de ahí, oh perro sin madre, yo pediré sus garras al águila, su lanceta a la sanguijuela, la uña corva al halcón, los espolones al buitre, para dar tormento al maldito, para castigar al sacrílego, hasta que su cabeza quede inerte y falte el aliento a su pecho. ¿No saldrás de ahí, oh monstruo? ¿no me veré libre de ti, oh perro vagabundo?»
El viejo, el impasible Wainamoinen, respondió: «Me encuentro bien aquí; mis horas transcurren agradables.
Tu hígado reemplaza bien a mi pan, y tu grasa a mi carne. El pulmón cuece bien, la grasa no es mal alimento.
«Hundiré más todavía mi yunque en la carne de tu corazón, instalaré más profundamente mi fragua, de suerte que en todos tus días puedas escapárteme sin revelarme antes las mágicas palabras, sin enseñarme las ocultas runas que forman el canto universal. No pueden las palabras permanecer escondidas, las fórmulas mágicas no pueden quedar enterradas en las entrañas de las rocas, muertas para siempre en el hondón de la tierra. ¡Pueden desaparecer los poderosos, pero no el poder!»
Entonces Wipunen, el dueño de! canto, el héroe soberbio de los días antiguos, cuya boca está llena de sabiduría, cuyo pecho es la morada de la infinita fuerza, abrió el cofre lleno de palabras, el cofre lleno de cantos, para cantar las palabras eficaces, para dar rienda suelta a los mejores cantos. A esas palabras profundas de los orígenes, a esos mágicos cantos de la creación de los tiempos, que todas las criaturas juntas no serían capaces de repetir, que ningún héroe sería capaz de comprender en esta triste vida, en este mundo perecedero.
Cantó las palabras originales, las runas de la sabiduría.
Cantó sin cesar a la luz del día y en una larga sucesión de noches. El sol se detuvo a escucharle. La luna de oro se detuvo a escucharle. Las olas de los estrechos, las ondas de los golfos, las aguas de los ríos apagaron su tormentoso murmullo.
Entonces el viejo Wainamoinen, después de haber escuchado las palabras, después de haber aprendido los cantos mágicos tan ardientemente deseados, se dispuso a salir de la boca de Antero Wipunen, de las entrañas del hombre poderoso y fuerte. Y dijo: «Oh Antero Wipunen, abre ahora tu anchurosa boca, dilata tus vastas mandíbulas, para que yo salga de tu vientre y vuelva a mi casa».
Wipunen, el gran runoya, dijo: «Muchas cosas he comido y he bebido; mil diferentes materias. Pero jamás había comido ni bebido nada semejante al viejo Wainamoinen. Si bien has hecho en venir, mejor harás en irte».
Y Wipunen, el gran runoya, abrió su ancha boca, dilató sus mandíbulas, y el viejo Wainamoinen se lanzó fuera, desde el fondo de las entrañas del gigante. Saltó como una ardilla de oro, como una marta de dorado pecho.
Y regresó a la fragua del herrero. Ilmarinen le preguntó: «¿Has escuchado las palabras, has recogido los cantos mágicos, los cantos necesarios para terminar tu navío?»
El viejo, el impasible Wainamoinen, respondió: «Cien palabras he aprendido, mil objetos de canto. He sacado a las runas de su fosa, he arrancado a los cantos mágicos de su caverna».
Y se dirigió hacia su navío, al lugar donde sabiamente trabajaba. Y pronto el navío fue terminado sin auxilio de la hacha. El barco fue «creado» sin que la hacha soltase una sola chispa.
1Wainamoinen construye su navío, no sólo con las manos, sino además con cantos de sortilegio. Y el rito mágico debe cumplirse estrictamente para que la obra alcance su perfección.
Actividad
Luego de leída la historia, ordena los núcleos narrativos:
___ El héroe sale del interior del gigante.
___ Visita nuevamente a Ilmarinen.
___ Encuentro con un pastor.
___ Termina de construir el navío.
___ Wainamoinen pide a Ilmarinen que fabrique una armadura y un arma para enfrentar al gigante.
___ Wainamoinen va al encuentro de Wipunen.
___ Wainamoinen construye una pequeña barca para explorar el interior del gigante.
___ El viejo Wainamoinen construía un navío con sus manos y sus palabras.
___ Wainamoinen realiza una fragua dentro del cuerpo del gigante.
___ El viejo descubre que le faltaban tres palabras para terminar el navío.
___ Canto de Wipunen.
___ El pastor le indica que podría encontrar las palabras en la boca del gigante Wipunen.
___ Wainamoinen se dirige a la fragua de Ilmarinen.
___ Wiponen se come a Wainamoinen.
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