Lee atentamente el siguiente relato:

 

Juan Sin Miedo

Era un muchacho fuerte y robusto, de unos veinte años, que se llamaba Juan Sin Miedo, porque no tenía miedo a nada; de nada ni por nada. Siempre estaba diciendo:
–Yo no sé lo que es el miedo y me gustaría saberlo.
Un día que sus padres comentaban con el sacristán de la iglesia que su hijo no conocía el miedo y que le gustaría conocerlo, dijo el sacristán que él se comprometía a enseñarle lo que era el miedo; que fuera esa noche por su casa.
Cuando llegó a casa el muchacho, le dijeron los padres lo que el sacristán había dicho y, después de cenar, se marchó Juan Sin Miedo a la casa del sacristán. Estaban acabando de cenar el sacristán y la sacristana, y después de estar hablando un rato de lo del miedo, se fueron los dos hombres a la iglesia; dejó el sacristán a Juan sentado en un banco y le dijo que no tardaría mucho rato en saber lo que era el miedo.
En efecto, al poco rato salió de la sacristía un fantasma envuelto en una sábana, con los brazos en alto y dos velas encendidas, una en cada mano. Se fue muy despacio hacia donde estaba Juan y cuando llegó junto a él, dijo Juan:
–¿Tú vienes a meterme miedo?
Y empezó a dar puñetazos y puntapiés al fantasma, que salió huyendo de la sacristía.
Salió Juan tranquilamente de la iglesia y, muy despacio, se encaminó a casa del sacristán. Le salió a abrir la sacristana y le dijo que su marido estaba en la cama, quejándose de muchos dolores y con un ojo amoratado.
–Bueno, pues déjalo. No venía más que a decirle que he pasado un rato de risa en la iglesia, porque se me apareció un fantasma; le he pegado una paliza y salió corriendo.
El sacristán, que quería vengarse de la paliza, le contó al enterrador, que era amigo suyo, lo que le había sucedido. Y el enterrador dijo que él le iba a enseñar lo que era el miedo, si quería saberlo.
Se fue el enterrador a buscar a Juan y le dijo que lo invitaba a cenar aquella noche en el cementerio para que aprendiera lo que era el miedo. Y Juan aceptó.
Llegó Juan al cementerio donde lo estaba esperando el enterrador. Le mostró un muerto que había en el depósito y un camastro junto al muerto, donde tenía que quedarse a dormir si no le daba miedo. Luego lo pasó a otra habitación pequeña, en la que estaba preparada una mesa para cenar, que en lugar de platos, vasos y cubiertos; tenía calaveras y huesos de muertos. El enterrador dijo:
–Vamos a cenar.
Y Juan dijo:
–¡Vamos!
Cenaron con la mayor naturalidad, se acostó Juan en el camastro y se durmió como si estuviese en su casa.
El enterrador se pasó toda la noche asomándose al depósito y preguntado con voz cavernosa:
–Juanito, ¿tienes miedo?
Pero Juan Sin Miedo dormía y roncaba a pierna suelta.
A la mañana siguiente, el enterrador le dijo que se daba por vencido y que con razón lo llamaban Juan Sin Miedo.
Se hizo tan célebre Juan Sin Miedo que llegó su fama a oídos del rey. El rey dijo que le llevaran a Juan Sin Miedo a su presencia y que si era verdad que no tenía miedo, se casaría con la princesa.
Se fue Juan Sin Miedo al palacio, y el rey había dispuesto ya todo lo que había imaginado para hacerle pasar miedo. Así fue que lo encerraron en un sótano lóbrego y oscuro, donde tenía que pasar la noche si antes, por miedo, no pedía que lo sacaran.
Al poco rato de estar Juan en el sótano pensó que lo mejor sería acurrucarse en un rincón y dormir; pero empezó a oír el ruido de cadenas arrastradas por el suelo y ayes y lamentos como de personas martirizadas. Y se dijo Juan: “¡Esos bárbaros no me van a dejar dormir!”.
Luego cesaron los ruidos y los lamentos y vio unas sombras blanquecinas que llegaban con trozos de leña y los iban dejando en el centro, diciendo a la vez:
–¡Aquí morirá quemado Juan Sin Miedo si el rey no lo salva! ¡Aquí morirá quemado Juan Sin Miedo si el rey no lo salva! ¡Tiembla, Juan Sin Miedo, que ha llegado tu última hora!
Y dijo Juan Sin Miedo:
–¡Pero qué brutos! Se ve que no me van a dejar dormir.
Después de esta escena se marcharon los fantasmas, y entraron dos criados que traían una mesa con servicio puesto para comer, un sillón y un candelabro con una vela encendida. Dejaron todo en el medio del sótano y se fueron.
Entonces, Juan Sin Miedo se acercó a ver qué era, se sentó en el sillón, que era muy cómodo, y dijo:
–¡Esto está muy bueno! Por lo menos, mientras coma y beba no me aburriré.
Al ir a tomar un pedazo de pan vio caer del techo una araña muy gorda, agarró el tenedor y la mató; luego empezaron a caer más arañas, salamandras, dragones, camaleones y otros bichos repugnantes y miedosos; pero Juan Sin Miedo se divertía al ir matándolos con el tenedor y el cuchillo.
Cuando había pasado un rato sin que cayeran bichos del techo, tomó el sillón, se lo llevó a un rincón y se puso a dormir.
A la mañana siguiente entraron a decirle que el rey lo esperaba. Subió Juan Sin Miedo, se presentó ante el rey y éste le preguntó:
–¿Qué tal has pasado la noche? Cuéntame todo lo que has visto.
–Señor, yo estaba dispuesto a dormir tranquilamente, pero empezaron unos ruidos de cadenas, unos ayes y unos lamentos que no me dejaron dormir; después se les ocurrió venir a unos fantasmas ridículos ensabanados que dijeron unas cuantas sandeces y se fueron; luego me trajeron una mesa y empezaron a caer del techo arañas, dragones, salamandras y lagartos y estuve entretenido en matarlos, y, por último, aun pude dormir un rato. Y eso fue todo.
–Pero, ¿no has tenido miedo?
–¡Si yo no sé lo que es el miedo!
–Pues un hombre así es lo que quiero para mi hija.
Se arregló la boda y Juan Sin Miedo se convirtió en el príncipe Juan.
Una tarde, después de comer, se acostó el príncipe a dormir la siesta y le regalaron a la princesa una pecera llena de peces de colores. La princesa, muy contenta con el regalo, fue a enseñárselo a su marido, que estaba profundamente dormido. La princesa se acercó a la cama y hostigó a los peces, que empezaron a nadar de prisa y saltar, con lo cual el agua de la pecera salpicó toda la cama y la cara del príncipe.
Entonces, Juan Sin Miedo, sin acabar de despertar, empezó a gritar:
–¡Me matan! ¡Por favor! ¡Socorro! ¡Auxilio!
Y se despertó con gran sobresalto.
–¿Qué te pasa, Juan? –dijo la princesa.
–No sé, un miedo terrible. Tengo toda la cara mojada de no se qué.
–Pero, ¿has tenido miedo?
–Muy grande.
–Pues mira de lo que has tenido miedo, de lo que yo me río: de los peces de colores. Pero no se lo digas a nadie, que yo guardaré el secreto, para que te sigan llamando el príncipe Juan Sin Miedo.

En Bravo-Billasante, Carmen: Antología de la Literatura Infantil 3 – Folclore,
Barcelona, Doncel, 1973.

Vocabulario:

Sacristán: hombre que en las iglesias tiene a su cargo ayudar al sacerdote en el servicio del altar y cuidar de los ornamentos y de la limpieza y aseo de la iglesia y sacristía.

Sacristía: en una iglesia, lugar donde se revisten los sacerdotes y están guardados los ornamentos y otras cosas pertenecientes al culto.

Camastro: lecho o cama pobre y desarreglado.

Cavernosa: sorda y ronca.

Lóbrego: tenebroso.

Ayes: plural de ay, quejidos de dolor.

Martirizar: atormentar a alguien.

Bárbaro: grosero, tosco.

 

Actividades

1. ¿Qué aspecto o característica del protagonista se resalta en su nombre?

2. ¿Qué otro nombre le pondrías al cuento? ¿Por qué?

3. ¿Por qué dice que para “vengarse de la paliza” le cuenta al enterrador?

4. ¿Cuál es el secreto que la princesa decide guardar? ¿Por qué?

5. Marca con diferentes colores las partes de la narración (situación inicial, nudo y desenlace).

6. Uní los lugares donde intentaron asustar a Juan con los personajes que lo hicieron.

Sótano del palacio Sacristana
Cumbre de la montaña Princesa
Sacristía Rey
Calabozo Enterradora
Cementerio Sacristán
Calesita Enterrador

 

7. Escribí los lugares anteriores en el orden en que aparecen en el cuento.

8. Señala qué frase expresa mejor el conflicto del cuento:

a. Juan desea casarse con la princesa.
b. El rey quiere que Juan sienta miedo.
c. Juan quiere sentir miedo y no lo logra.
d. El enterrador quiere asustar a Juan.

9. Lee detenidamente la siguiente secuenciación de acciones y luego marca la opción correcta que las agrupe:

_El sacristán le pide al sepulturero que lo asuste.
_El sepulturero acepta.
_El sepulturero intenta asustarlo.
_No lo logra.

a) Segundo intento.
b) Miedo a los fantasmas.
c) El sacristán consigue su objetivo.

10. La siguiente es una lista desordenada de acciones del cuento. Numéralas para que queden en orden.

___ No logra asustar a Juan.
___ Lo casa con su hija.
___ Juan se asusta.
___ El rey pone a prueba a Juan.
___ La fama de Juan llega a oídos del rey.
___ La hija recibe una pecera de regalo.
___ La princesa decide ocultar el hecho.
___ La princesa le muestra la pecera a Juan.

11. A partir de la actividad Nº 10, agrupá las acciones en dos secuencias, escribiendo las letras que corresponden a cada una y colócales un nombre.

A. Secuencia: ……………………………………………………………………..
B. Secuencia: ……………………………………………………………………..

12. Escribí dos acciones menores que compongan la acción: “El sacristán intenta asustar a Juan”.

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