Lee atentamente el siguiente relato:

 

Los Inocentes
Selva Almada

Está acostumbrado a la matanza de animales. Desde su nacimiento lo acunaron los alaridos de los chanchos antes de pasar a degüello.
Es el único hijo de un matrimonio que se casó grande y que ya se resignaba a no tener descendencia, cuando recibieron la noticia del embarazo como un milagro navideño, porque se habían enterado para esas fechas. Al principio tuvieron miedo: el fantasma de un niño enfermo los perseguía día y noche. Y ella, que nunca fue devota, se había puesto a rezar también noche y día y se había encomendado a San Ramón Nonato. Todo salió bien: el chico nació sano y fuerte y ella lo largó de una escupida, como le dijo la enfermera al padre que esperaba en el pasillo del hospital.
Viven en las afueras del pueblo, a unos doscientos metros de la ruta, y se dedican a criar y faenar animales de granja.
Entonces él, Vito, que tiene ocho años y acaba de terminar el tercer grado con buenas notas, está acostumbrado a ver morir animales, al olor de la sangre que cae en el sumidero del galpón que se usa de matadero, al mosquerío que se junta en el tacho donde arrojan las vísceras. Le gusta ayudar a sus padres que, sólo para las fiestas, cuando hay más demanda, pueden permitirse contratar un peón.
Hace varios años que Vito manguerea el piso de cemento del matadero, alimenta a los animales, pela lechoncitos y pollos: ambos se pasan por agua hirviendo, pero al lechón se lo pela con cuchara y al pollo a los tirones nomás.
Así como la madre se volvió creyente de la noche a la mañana, así también se le pasó la devoción al poco tiempo del parto, cuando estuvo segura de que su hijo estaba entero. Era tanto el trabajo que no tenía tiempo para seguir dedicándoselo a Dios.
Vito creció ignorante de la religión y sus ritos. Navidad, sí. Y Reyes, pero para él no eran sino el pino con sus adornos y los regalos bajo las ramas artificiales. Y también un ángel de porcelana con alas de plumas verdaderas que le regaló una tía cuando nació, aunque hasta ese año no supo lo que era realmente un ángel.
Hizo su primer año de catecismo y empezó a enterarse de algunas cosas. Que los ángeles cuidan a los niños fue su primera revelación. Así que cada noche, Vito le habla a su ángel de porcelana, como si fuese el amigo invisible que nunca tuvo. Se entusiasmó con las historias que les contaba la catequista: la caminata sobre el agua, la multiplicación de los panes, la estrella de Belén.
Pero una en particular, lo dejó impresionado. La historia de Herodes y la muerte de todos esos niños… cada vez que escucha los chillidos de los animales sacrificados que, en esta época, sobre las fiestas, es cosa de todos los días. ¿Así llorarían esos nenes, arrancados de los brazos de las madres? ¿Así gemirían las madres con los brazos vacíos? A la noche tiene pesadillas. Por suerte, allí está el ángel para consolarlo, para darle ideas: esconder a los animales del cuchillo de su padre, como hicieron San José y la Virgen con el Niño Jesús.
Una madrugada, se decide. Se levanta y silencioso atraviesa las habitaciones de la casa. Sale y camina hasta los corrales del fondo. Abre las tranqueras y empuja suavemente a los lechones que gruñen y vuelven a echarse unos sobre otros. Va hacia los corderos y tampoco hay caso: soñolientos, se arrinconan cerca de las madres. Vito se desespera. Tendrá que sacarlos uno por uno, a upa, atravesar la ruta, esconderlos en el cañaveral de un campo vecino. Esa es una buena idea y está seguro de que no se le ocurrió a él, que fue el ángel quien se la sopló adentro de la cabeza.
Agarra un corderito. Pesa bastante, pero él es un chico fuerte, acostumbrado al trabajo. Es suave como un muñeco de felpa. Corre con el animal en brazos. Siente el calor de la lana contra su cuerpo. De tanto en tanto mira para atrás por si sus padres se despertaron. Pero la noche sigue calma y estrellada. Pone los dos pies sobre el asfalto, ya está cerca de salvar al primero.
Entonces las luces, pequeñas y lejanas, se transforman rápidamente en un gran resplandor. Y Vito sonríe porque sabe que es el ángel que viene a ayudarlo.

Actividades

1. Menciona las tareas que hace Vito para ayudar a sus padres.
2. ¿A qué está acostumbrado Vito por el trabajo y sitio donde vive?
3. ¿Cuáles son los planes de Vito?
4. ¿A quién atribuye Vito la buena idea, ya que no se le ocurrió a él?

Otras Actividades

1. Describe a Vito con cinco adjetivos calificativos.
2. ¿Cómo era la vida que llevaba Vito? ¿Te parece una buena vida? ¿Por qué?
3. ¿Qué razones tenía la madre para volverse en una creyente devota y cuáles los motivos para dejar de serlo? Explica.
4. ¿Crees que podrías hacer las tareas que tenía Vito en el matadero? Explica.
5. ¿Cómo se entera Vito de que los ángeles cuidan a los niños?
6. ¿Cómo le llega la idea de esconder a los animales del cuchillo de su padre? ¿Era suya esa idea? ¿Crees que era lo correcto?
7. ¿Cuál fue el destino de Vito? Según tu opinión, ¿era merecido? Explica.

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