Lee atentamente el siguiente relato:
El hombre: cómo servirlo (Adaptación)
Damon Knight
Los kanamitas no eran muy atractivos, es cierto. Parecían un poco cerdos y un poco hombres, y ésta no es una combinación agradable. Verlos por vez primera era un auténtico shock. Cuando una cosa con el aspecto de una fiera viene de las estrellas y te ofrece un regalo, te sientes inclinado a no aceptarlo.
Los kanamitas eran bajos y muy peludos…, con pelos gruesos y erizados de un color grismarrón en todo su cuerpo abominablemente rechoncho. Su nariz parecía una trompa y tenían ojos pequeños, y manos muy gruesas de tres dedos cada una. Llevaban tirantes de cuero verde y pantalones cortos, pero creo que los pantalones eran una concesión a nuestras ideas sobre decencia pública. La ropa estaba cortada a la última moda, con bolsillos verticales y medio cinturón en la parte posterior. Sea como fuere, los kanamitas tenían sentido del humor.
Había tres de ellos en aquella sesión de la O.N.U. Estaban correctamente erguidos, y miraban cortésmente a todos los oradores. Sus orejas planas caían por encima de los audífonos. Creo que más tarde aprendieron todos los idiomas humanos, pero en aquella época sólo sabían francés e inglés.
Parecían completamente a sus anchas… y esto, junto con su sentido del humor, fue algo que me impulsó a experimentar cierta simpatía hacia ellos. Yo formaba parte de la minoría; no creía que fueran a atacar el mundo. Habían explicado que lo único que querían era ayudarnos y yo les creí. Como traductor de la O.N.U, mi opinión no importaba, pero me pareció que su venida era lo mejor que había ocurrido jamás a la Tierra.
El secretario general cedió la palabra al delegado de Francia, que presentó al doctor Denis Lévéque, el criminalista, y se procedió a introducir una gran cantidad de complicados aparatos.
El doctor Lévéque hizo hincapié en que la cuestión que preocupaba a mucha gente: «¿Qué se proponen los kanamitas al ofrecernos estos regalos sin precedentes sin pedir nada a cambio?» A continuación, el doctor dijo:
—A petición de varios delegados y con el pleno consentimiento de nuestros huéspedes, los kanamitas, mis compañeros y yo hemos elaborado una serie de pruebas con los aparatos que ven ustedes aquí.
—Este instrumento registra el latido cardíaco del sujeto. Y éste —señalando hacia una tira de papel y una aguja —muestra el tipo de intensidad de las ondas eléctricas que emanan de su cerebro. Se ha demostrado, con sujetos humanos, que todas estas lecturas varían sensiblemente si el sujeto dice la verdad o no.
Cogió dos cartulinas, una roja y una negra. La roja era un cuadrado de un metro de lado aproximadamente; la negra era un rectángulo de un metro y medio de largo. Se volvió hacia el kanamita.
—¿Cuál de los dos es el más largo?
—El rojo —dijo el kanamita.
Las dos agujas saltaron violentamente, al igual que la línea trazada sobre el papel.
—Repetiré la pregunta —dijo el doctor—. ¿Cuál de los dos es el más largo?
—El negro —contestó la criatura.
Esta vez los instrumentos continuaron su ritmo normal.
—¿Cómo llegaron a este planeta? —preguntó el doctor.
—Andando —repuso el kanamita.
Los instrumentos volvieron a reaccionar, y un coro de risas ahogadas invadió la cámara.
—Una vez más —dijo el doctor—, ¿cómo llegaron a este planeta?
—En una nave espacial —contestó el kanamita, y los instrumentos no saltaron.
Ahora —se volvió hacia el kanamita —pediré a nuestro distinguido huésped que conteste a la pregunta que la mayoría se hace: ¿cuál es el motivo de que los kanamitas ofrezcan estos regalos a los habitantes de la Tierra?
El kanamita se levantó. En inglés, dijo:
—Espero que los habitantes de la Tierra me comprendan y me crean si les digo que nuestra misión en su planeta es simplemente ésta: traerles la paz y muchas cosas que nosotros mismos disfrutamos, y que en el pasado hemos llevado a otras razas esparcidas por toda la galaxia. Cuando su mundo deje de tener hambre, cuando deje de haber guerras y sufrimientos innecesarios, nos consideraremos recompensados.
Y las agujas no saltaron ni una sola vez.
Encontré a Gregori cuando salíamos de la cámara de la O.N.U. Estaba alterado. En nombre del cielo, ¿cómo es posible que alguien confíe en unos seres que parecen alimentarse de niños?
Me sentí un poco molesto. Repuse:
—¿Estás seguro de que no te preocupa más su política que su aspecto?
El repuso, «Bah», y se alejó.
Al día siguiente empezaron a llegar informes de todos los laboratorios gubernamentales del mundo donde la fuente energética de los kanamitas estaba siendo verificada. Yo no entiendo de estas cuestiones, pero parecía que aquellas pequeñas cajas de metal proporcionarían más energía eléctrica que una pila atómica, por casi nada y para casi siempre. Y se decía que eran tan baratas de fabricar que todo el mundo podría tener una.
Al día siguiente, los kanamitas mostraron los planos y muestras de un aparato que incrementaría la fertilidad de cualquier terreno cultivable de un sesenta a un ciento por ciento. Aceleraba la formación de nitratos en el subsuelo. Ya no se hablaba de otra cosa más que de los kanamitas. Al día siguiente de esto, lanzaron su bomba.
—Ahora ya disponen de energía potencialmente ilimitada y mayor suministro alimenticio —dijo uno de ellos. Señaló con su mano de tres dedos hacia un instrumento que se encontraba sobre la mesa que había junto a él. Era una caja colocada encima de un trípode, con un reflector parabólico en la parte anterior—. Hoy les ofrecemos un tercer regalo que, por lo menos, es tan importante como los dos primeros.
—Este aparato —dijo —proyecta un campo en el cual ningún explosivo, sea de la naturaleza que fuere, puede estallar.
Reinó un silencio expectante y como nadie parecía comprender, explicó bruscamente:
—No habrá más guerras.
Esta fue la mayor novedad del milenio, y resultó perfectamente cierta. Sucedió que los explosivos a los que se refiriera el kanamita incluían las explosiones de gasolina y diesel. Hicieron simplemente imposible que se armara o equipara un ejército moderno. Además, no habría ninguna razón para hacer la guerra. Todas las naciones tendrían pronto de todo.
Nadie volvió a dedicar otro pensamiento a los experimentos con el detector de mentiras, ni preguntó a los kanamitas cuál era su política. Gregori se sintió desconcertado; no tenía nada con qué probar sus sospechas.
Abandoné mi empleo en la O.N.U. y acepté un puesto de traductor en la Embajada kanamita, y fue allí donde volví a tropezarme con Gregori. Me alegré de verle, pero no pude imaginarme lo que estaba haciendo allí.
—Pensaba que estabas en la oposición —le dije—. No irás a decirme que te has convencido de la bondad de los kanamitas.
—Me fascinan —dijo—. Aún detesto instintivamente su aspecto…, esto no ha cambiado, pero me sobrepongo. Evidentemente, tú tenías razón; no querían hacernos más que bien. Pero, ¿qué tienen que ganar los kanamitas, como pueblo o como nación, con nuestro bienestar?
Yo dije:
—Cultura…
—¡Qué cultura ni qué bobadas! No, es algo menos evidente, algo oscuro que pertenece a su psicología y no a la nuestra. Pero confía en mí, Peter, no existe una cosa tal como el altruismo completamente desinteresado. De una forma u otra, tienen algo que ganar…
—Y ésa es la razón de que estés aquí —dije—, intentar averiguarlo, ¿verdad?
—Exacto. Quería formar parte de uno de sus grupos de intercambio con destino a su planeta natal, pero no pude; el cupo estaba lleno una semana después de que hicieran el anuncio. En lugar de eso, estoy estudiando su idioma. Estoy seguro de que no tardaré en encontrar la solución.
—Todo es cuestión de estudio —dije, y volvimos a trabajar.
Un mes después de aquella primera entrevista lo encontré enormemente excitado; dijo que había conseguido obtener un libro de los kanamitas y que estaba intentando descifrarlo. Escribían en ideogramas, peores que los chinos, pero estaba decidido a desentrañarlo aunque le costara años. Quería que yo le ayudara.
Bueno, me interesó a pesar mío, pues sabía que sería una larga tarea. Pasamos algunas tardes juntos, trabajando con material extraído de los tablones de anuncios kanamitas y del diccionario inglés-kanamita extremadamente limitado que proporcionaban al personal.
Desciframos el título a las pocas semanas. Era Cómo servir al hombre, evidentemente un manual que distribuían entre los nuevos miembros kanamitas del personal de la embajada.
Ahora llegaban continuamente, un cargamento una vez al mes; estaban abriendo toda clase de laboratorios de investigación, clínicas y así sucesivamente. Era asombroso ver los cambios que se habían forjado en menos de un año. Ya no había ejércitos permanentes, ni escasez, ni desempleo. Cuando tomabas un periódico no veías las palabras «BOMBA H» o «V-2»; las noticias siempre eran buenas. Los kanamitas estaban trabajando en bioquímica humana, y en nuestra embajada corría la voz de que estaban a punto de anunciar métodos para hacer nuestra raza más alta, más fuerte y más sana—prácticamente una raza de superhombres—y ya tenían una cura potencial para las enfermedades cardíacas y el cáncer.
Estuve quince días sin ver a Gregori después de haber descifrado el título del libro; me fui de vacaciones a Canadá.
Al volver, me quedé impresionado al observar el cambio que había experimentado.
—¿Qué ha pasado, Gregori? —le pregunté—. Pareces el demonio en persona.
—Los kanamitas me han incluido en la lista de pasajeros de la próxima nave de intercambio —dijo—. A ti también, de lo contrario no estaría hablando contigo.
—Bueno —dije—, pero…
—No son altruistas.
Intenté razonar con él. Le hice notar que habían convertido la Tierra en un paraíso comparándola con lo que era antes. Él se limitó a menear la cabeza. Entonces le pregunté:
—Bueno, ¿qué hay de las pruebas realizadas con el detector de mentiras?
—Una farsa —replicó, sin calor—. Ya te lo dije en su momento. Sin embargo, en aquella ocasión dijeron la verdad.
—¿Y el libro? —pregunté, molesto— ¿Qué hay de ese… Cómo servir al hombre? Eso no te lo dieron para que lo leyeras. Está escrito en serio. ¿Cómo puedes explicarlo?
—He leído el primer párrafo de ese libro —dijo—. ¿Por qué crees que llevo una semana sin dormir?
—¿Por qué?— inquirí yo, y él esbozó una extraña sonrisa.
—Es un libro de cocina— repuso.
Actividades
1. ¿Cómo se describe a los kanamitas?
2. ¿Por qué la mayoría de la gente no confiaba en los kanamitas? ¿Qué hecho hace que la gente se quede tranquila y aprenda a confiar en los kanamitas?
3. Según tu opinión: ¿por qué los kanamitas pasan el detector de mentiras del doctor Denis Lévéque?
4. ¿Cuáles eran los motivos de Peter para confiar en los Kanamitas y cuáles los motivos de Gregory para desconfiar de ellos?
5. De estar ante una realidad como la del cuento, ¿hubieras actuado como Peter o como Gregory?
6. ¿Se puede decir que la desconfianza de Gregory es impulsada por sus prejuicios sobre el aspecto de los kanamitas? Explica.
7. Gregory, al hablar con Peter de dice lo siguiente:
“Peter, no existe una cosa tal como el altruismo completamente desinteresado. De una forma u otra, tienen algo que ganar…”
a) ¿Estás de acuerdo con lo que dice? ¿Por qué?
b) ¿Crees que no existen las personas capaces de hacer algo desinteresado por los demás?
c) En el caso de los kanamitas, Peter, ¿estaba equivocado? Explica.
8. Al lograr traducir el título del libro robado por Gregory, ¿por qué se quedaron tranquilos? Explica.
9. ¿Cuál era el verdadero interés que tenían los kanamitas para ayudar al hombre?
10. ¿Te imaginabas un final así? Explica.
11. ¿Cómo te imaginas que eran las recetas de los kanamitas? ¿Qué nombres crees que tendrían las recetas?
12. Como en todo cuento de Ciencia Ficción, aparecen adelantos tecnológicos o científicos que hoy son imposibles de realizar pero, que quizás en algún momento futuro sean realidad.
Luego de leer el relato:
a) ¿Qué adelantos científicos o tecnológicos puedes mencionar?
b) ¿Crees que alguno de ellos puedan existir en un futuro cercano o lejano? Explica.
13. Ahora, lee siguiente teoría:
La Utopía: refleja una sociedad hipotética distinta a la nuestra donde existe una sociedad o gobierno perfectos (aunque irrealizables). En donde la tecnología está al servicio del hombre y le hace la vida más fácil. Posee una visión optimista acerca del futuro del hombre.
La Distopía: se refiere a una concepción negativa. Muestra un mundo peor que el nuestro, donde la tecnología se ha vuelto en contra del hombre y generalmente quiere exterminarlo. Posee una visión pesimista acerca del futuro del hombre.
Según lo que pudiste entender, ¿el relato es utópico o distópico? Explica.
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