El Kakuy (Cakuy, Kakui, Cacuy) – Dos versiones

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El Kakuy (Cakuy, Kakui, Cacuy)

Vive en la selva un pájaro nocturno que, al romper el silencio de las breñas, estremece las almas con su lúgubre canto. Esa ave tiene una historia.
Si bien los otros mitos y leyendas populares evocan amenazas, crímenes o diablos, en el grito del kakuy plañirá eternamente el dolor humano.
En épocas muy remotas, dicen las tradiciones indígenas, una pareja de hermanos habitaba su rancho. Vivían solos desde la muerte de sus padres.
El era bueno; ella era cruel; el muchacho amaba a su hermana, pero ella acibaraba sus días con recalcitrante perversidad. Desesperado, abandonaba en ocasiones la choza, internándose en las marañas del monte.
Vagando él triste por el monte, pensaba en ella; las algarrobas más gordas, los mistoles más dulces, las más sazonadas tunas, llevaba al rancho para alimentar a su hermana. También llevaba sábalos pescados en el remanso del río o tal vez un quirquincho de la barranca próxima.
Palmo a palmo conocía su monte, y siendo cazador de tigres, además, protegía la morada. Insigne buscador de mieles, nadie tenía más despiertos ojos para seguir la abeja voladora que llevara a su colmena. Todo esto le costaba trabajo y pequeños dolores; pero su hermana, en cambio, se mostraba indiferente, como gozándose de sus penas.
Volvió una tarde sediento, herido y fatigado. Pidió entonces a su hermana un poco de agua para beber y limpiarse las heridas. Ella, malvada, la dejó caer en el suelo. El hombre, una vez más, ahogó su desventura. Al siguiente día le hizo lo mismo con la comida.
Cansado de tantos desprecios, la invitó a acompañarlo a un sitio distante, donde había descubierto miel; pero su invitación encubría designios de venganza.
Cuando llegaron allí la hizo subir al árbol más alto. Cuando ella se hubo instalado allá, el empezó a descender por el tronco, desgajándolo a hachazos. Una vez en tierra, huyó sigilosamente.
Presa quedó en lo alto la infeliz. Transcurrieron instantes de silencio. Ella habló. Nadie le respondía.
Abandonada a semejante altura, sobre un tronco liso y largo sin otras ramas que aquellas a las que se aferraban sus manos, espiaba para ver si el hermano reaparecía por ahí. La acometían deseos de arrojarse, pero la brusquedad del golpe la amilanaba.
Mientras tanto, la noche iba descendiendo. La garganta le había quedado muda y la lengua se le pegaba en la boca con sequedad de arcilla. Tiritaba de frío y sentía el alma mordida por implacables remordimientos. Los pies, en el esfuerzo anómalo con que ceñían su rama de apoyo, fueron desfigurándose en garras de búho; la nariz y las uñas se encorvaron y los dos brazos abiertos en agónica distensión, emplumecíeron desde los hombros a las manos. Se vio de pronto convertida en ave nocturna.
Así nació el Kakuy. La pena que se rompió en su garganta llamando a aquel hermano justiciero es el grito que aún resuena en la noche por el monte santiagueño, gritando:
– ¡Kakuy! ¡Turay! ¡Kakuy! ¡Turay!

 

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El Cacuy

Que lo crea o no, me importa bien poco.
Mi abuelo se lo narró a mi padre;
mi padre me lo ha referido a mí,
y yo te lo cuento ahora,
siquiera no sea más que por pasar el rato.

Una muchacha, voraz y glotona en grado extremo, no solamente mezquina al hermano la comida, hecha principalmente de harina de algarrobo, sino que lo molesta y persigue con el grito perpetuo de : “¡ Haz harina!”
Cansado por fin del maltrato, el joven quiere deshacerse de ella. La invita a subir, en su compañía, a un alto árbol, un mistol, donde había descubierto una colmena de abejas, y ella, ansiosa de gozar la miel, acepta. Pero mientras estaba entregada a su vicio, el joven baja, desgajando el árbol y huye. Ella, solita arriba en la copa, comienza a inquietarse y grita: ¡Mi hermano! ¡Mi hermano!( ¡turay!¡turay!). Como con el andar de las horas sintiera hambre y además era glotona, empezó a proferir el estribillo de siempre: ¡Haz harina! ¡Haz harina! (¡cacuy! ¡cacuy!). Pero nadie la oía. Su cuerpo se fue cubriendo con plumas y, transformada en ave, sigue gritando estas dos palabras.
Roberto Lehmann-Nitsche, Las tres aves gritonas.
El Cacuy: Este cucúlido, el Nyctibius griseus cornutus, es un ave de rapiña, nocturna, denominada Kakuy y Túray por los quichuas, Urutaú por los guaraníes, la Vieja y Mae da luna por los brasileños.

 

Actividades

1. Ambos textos son leyendas, ¿por qué?
2. ¿De qué se trata cada uno de los textos?
3. ¿Qué intenta explicar cada uno de ellos? Explica con tus palabras.
4. ¿Qué diferencias puedes encontrar en ambos?
5. En el segundo texto, ¿por qué dice al principio que fue narrado de padre a hijo?
6. ¿Qué opinan de la actitud del hermano? ¿Qué hubieran hecho ustedes en su lugar?
7. ¿Cuál es el hecho sobrenatural en ambos textos? Explica.

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1 Comentario

  1. Holaa aaaa esta bueno peroooooooo no es un mapa conswptuao lo cualnbusco yo

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