Lee atentamente el siguiente relato:

 

El asunto del Boulevard
Emilio Calle

Me gusta cenar solo.
En cuanto dispongo de un rato libre, escojo un restaurante desconocido y escribo, entre plato y plato, enigmáticas notas que me impiden olvidar a mis enemigos.
Boulevard era un restaurante elegante, algo refinado, sin misterio y (lo supe justo en el momento de sentarme, cuando uno de los camareros me miró y sonrió) con unos precios para dejar sin aliento a cualquiera. El camarero me abandonó en un frío rincón, casi desolado, justo al lado de la entrada. Suspiré y leí el menú.
Pedí sin titubear. Y mientras esperaba que me trajeran la comida, me dediqué a observar el vestíbulo.
Era un pasillo con las paredes cubiertas por homogéneo terciopelo azul. Cerca de la entrada de las cocinas había dos percheros simétricamente colocados. Pero mientras en uno se agolpaban al menos una docena de abrigos y chaquetas, en el otro tan sólo colgaba una elegante chaqueta gris. Un cuadro que al principio no pude descifrar se me reveló, contemplándolo desde un ángulo distinto, como una mala imitación de Naturaleza resucitada, de Remedios Varo. Un grupo de amigos entró y…
Me sirvieron el primer plato. El camarero que me lo trajo dijo su nombre en francés mientras lo dejaba en la mesa y, girando sobre sus talones, dio media vuelta sobre sí mismo y se marchó.
En el vestíbulo dos hombres discutían animadamente. Siguiendo el hilo de la conversación, no me fue difícil averiguar que uno de ellos (el dueño del restaurante) le estaba dando al otro (un camarero sin uniforme) un sobre que contenía una fuerte suma de dinero. El dueño parecía nervioso, ya que el dinero iba destinado a su ex-mujer, y por la manera que tenía de pronunciar su nombre, ella debía tener el aspecto de un luchador de sumo. El dueño no dejaba de dar indicaciones al empleado. Le reiteraba una y otra vez que tuviera mucho cuidado. Incluso le metió el dinero en el abrigo, lo descolgó y le ayudó a ponérselo. Estaba a punto de decirle algo más cuando entró un grupo de clientes y el dueño del local corrió hasta ellos para darles la bienvenida. Al entrar, ninguno me saludó.
Terminé la ensalada, apuré de un trago la copa de vino y comencé a escribir mis notas. Un camarero salió de la cocina, se detuvo en el pasillo y contempló, perplejo, los abrigos del pasillo. Comenzó a alejarse, pero se detuvo de nuevo. Por fin, cogió uno de los abrigos del perchero lleno y lo pasó al que sólo tenía colgada una chaqueta.
Miré mi reloj. Aposté conmigo mismo a que el suceso tendría lugar en tres minutos. Me equivoqué. Dos minutos y medio después, el empleado que se había marchado llevando el dinero entraba al local con la cara blanca y los ojos espantados por el horror. Le habían robado el dinero. El dueño, que había salido a recibirle en el pasillo, creyó enloquecer y acusó abiertamente al pobre desdichado. Decidí intervenir. En dos pasos estuve junto a ellos. Le dije al empleado:
-Tranquilo, yo sé dónde está el dinero…

 

Actividades

1. Haz un listado con los personajes que aparecen en el texto, luego descríbelos lo más detalladamente que puedas.
2. A partir de los datos que aparecen en el texto sobre él, dibuja un bosquejo del restaurante.
3. Luego de leer el cuento, intenta contestar todas las siguientes preguntas:

a) ¿Qué tipo de restaurante es?
b) ¿Por qué sonrió el camarero cuando el protagonista se sentó?
c) ¿Podrías describir a la mujer del dueño?
d) ¿Qué bebida tomó el protagonista?
e) ¿Qué tomó de primer plato?
f) ¿Quién tiene el dinero?

4. A continuación, lee la solución del relato:

 

Solución

Aquí el único ladrón es el dueño del restaurante. Harto de pasarle una pensión a su mujer, decidió trazar un plan que, por una vez, le ahorraría dinero. Eligió al candidato idóneo y se fijó en cuál era su abrigo. Conocido este dato, ya sólo le quedaba por hacer una cosa: colocar su propio abrigo debajo del de su empleado. Luego, mientras advertía al camarero sobre las mejores medidas de seguridad, fingió guardar el sobre en el abrigo del empleado, cuando en realidad los estaba colocando en el suyo propio. Ayudó a colocarse la prenda al joven y lo despidió. Y estaba a punto de apuntalar su plan cuando fue interrumpido por la llegada de los clientes. “Le juro que si no llega a ocurrir lo que vi después, no hubiera sospechado de usted”. Pero es que, momentos más tarde, un camarero que salía de la cocina se quedó extrañado mientras contemplaba el perchero. Tardó un rato en comprender lo que ocurría, pero finalmente se dio cuenta y se dispuso a arreglar lo que él creía un desaguisado. Quitó del perchero de los empleados el abrigo que debía estar en el de los jefes. “Espero que su gratinado de cebolla y jamón sea mejor que sus planes para engañar…”.

5. Luego de leer la solución, si la respuesta que diste a la pregunta “¿Quién tiene el dinero?” es:

a) Igual: felicidades, eres un sagaz detective.
b) Diferente: ¿qué pistas crees que te llevaron a sacar una conclusión errónea? Explica.

6. ¿Se puede decir que este relato es policial? ¿Por qué?

7. Si respondiste a la pregunta anterior, ¿cómo lo clasificarías?

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